En las primeras décadas del S. XIX, hacia 1830, en países europeos como Francia, Alemania o Bélgica se están construyendo grandes instalaciones siderúrgicas, muy novedosas porque encarnan un nuevo concepto urbanístico industrial. Enormes instalaciones basadas en una arquitectura específica para la producción industrial.
Se trata de una configuración urbana concebida para ofrecer todo tipo de servicios, tanto para los trabajadores como para los directivos (hospitales, farmacias, casas, colmados de alimentación y el propio lugar de trabajo). La nave de laminación y forja es el único vestigio de éste estilo que queda en España de una instalación industrial de la época.
Destaca su interés arquitectónico y su valor histórico, ya que fue la primera ferrería en emplear altos hornos alimentados con carbón mineral (coque/cok) en España así como en traer las grandes maquinarias que estaban revolucionando la siderurgia en Europa.
La fábrica está construida en piedra y ladrillo, con una gran nave central totalmente diáfana, sin pilares, sustentada la cubierta por una sucesión de arcos diafragma. Tiene una planta basilical de 3 naves, siendo la central más elevada y ancha. Las naves laterales se cierran con bóveda de medio punto a 5 m de altura y se comunican con la central por medio de arcos apuntados. Ambas naves se prolongaban en la zona oeste formando cobertizos; el de la zona norte albergaba unas fraguas, y el de la sur unos hornos de reverbero. Ambas naves se abrían al exterior por medio de arcos de medio punto que conformaban una espléndida galería. La construcción de esta nave se inició en 1846 por iniciativa de la Sociedad Palentino – Leonesa de Minas.
El edificio albergó las primeras máquinas de vapor de la provincia, así como las grandes maquinarias importadas de Gran Bretaña: trenes de cilindro y laminación, martillo pilón y cizalla.